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Internacional

La historia de Charla Nash, la mujer a la que un chimpancé le arrancó la cara y manos en un frenético ataque

«¡Se la está comiendo!», gritaba la estadounidense Sandra Herold mientras hablaba con el 911. A pocos metros de ella, una escena del horror se proyectaba en su retina: su chimpancé, Travis, se encontraba despedazando a su amiga Charla Nash. Ella, que sobrevivió, terminó ciega, sin manos y debió recibir un trasplante de cara. El hecho, ocurrido en 2009, aún continúa provocando escalofríos en quienes lo recuerdan.

El primate homínido llegó a la vida de Herold cuando tenía solo tres días, en 1995. Según informó el periodista Dan P. Lee en el artículo Travis the Menace, publicado en la revista New York Magazine en 2011, la mujer le habría pagado US$ 50.000 a un criadero de chimpancés de San Luis -Misuri- para que le entregaran al animal, apenas un bebé por aquellos tiempos.

Sandy, como conocían a Sandra, residía en Stamford -Connecticut, Estados Unidos- junto a su esposo Jerome. Ambos eran dueños de una empresa de remolques de vehículos y habían adaptado su hogar para que Travis pudiera vivir con ellos.

En una pasada entrevista con el programa Today, de la cadena NBC, Herold dio a entender que crio al chimpancé como si fuera su hijo: había aprendido a usar el baño, lavarse los dientes y vestirse solo. Además, navegaba por la Web mirando fotos, sabía utilizar el control remoto de la televisión para cambiar de canal y bebía vino de una copa de vidrio.

«Solía comprar todo para él – filet mignon, colas de langosta, chocolate Lindt. Era capaz de abrir puertas por sí mismo. Podía conducir. Se fue con el coche un par de veces», manifestó Sandy a Today en 2009. Travis era obligado a comportarse como un ser humano, aunque no lo era.

En la ciudad de Stamford se volvió famoso: los vecinos le pedían fotos cuando iban al negocio de remolques. Incluso apareció en publicidades de televisión de Coca Cola y Old Navy, entre otros.

Herold sufrió dos desgracias antes del ataque. En el año 2000, su única hija, Suzan, falleció en un accidente automovilístico. Cuatro años más tarde, Jerome murió a los 65 víctima de un cáncer. Ella se quedó sola con el animal.

Primate. Pesaba más de 90 kilogramos. Foto: Sandra Herold.
Primate. Pesaba más de 90 kilogramos. Foto: Sandra Herold.

En 2003, Travis protagonizó un incidente que no pasó a mayores: una persona arrojó algo al automóvil donde viajaba junto a su familia. Ese objeto atravesó la ventana del coche, parcialmente abierta, y golpeó al chimpancé. El mamífero se desabrochó el cinturón de seguridad, abrió la puerta del vehículo y persiguió al hombre, pero no lo alcanzó.

El día del ataque
El 16 de febrero de 2009, por la tarde, Travis parecía exaltado, declaró Sandy. En aquel momento, le robó las llaves del auto a su «mamá» humana y salió al patio. La mujer observó los movimientos del animal mientras hablaba por teléfono con Charla Nash, amiga y empleada de los Herold.

El por entonces fiscal del Distrito Judicial de Stamford/Norwalk, David I. Cohen, afirmó en una declaración publicada en el sitio web de la División de Justicia Penal del estado de Connecticut que Nash se ofreció a ayudar a Herold: querían que el chimpancé regresara a la casa.

Antes de que Nash llegara a la vivienda, Sandy logró agarrar a Travis. Y, de acuerdo sus palabras, le dio de tomar un té que contenía pastillas de Xanax -alprazolam, el nombre genérico del medicamento ansiolítico-.


Tiempo después, ese mismo día, su amiga se subió a su auto y manejó hasta su propiedad. Cuando llegó a la entrada y bajó del coche, se encontró con el primate de más de 90 kilogramos: pronto, se abalanzó sobre ella.

La dueña, que se dio cuenta de lo que sucedía, se acercó para intentar evitar una tragedia. El animal, con sus poderosos dientes, comenzó a arrancarle las manos a Nash. Y le mordió la nariz, los ojos, labios y párpados.

Sandy agarró un cuchillo de carnicero y apuñaló a Travis en tres oportunidades. Sin embargo, no logró detenerlo. Por eso, desesperada, llamó a la policía.

«¡Se la está comiendo!», repetía en comunicación con un operador. «¡Está matando a mi amiga!», avisó luego. «¿Quién está matando a tu amiga», le consultaron. «Chimpancé, ¡mi chimpancé!» ¡Él la destrozó! ¡Dense prisa! ¡Dense prisa! ¡Por favor!», respondió ella.

El desenfrenado ataque duró 12 minutos, eternos para la víctima. Una vez que llegó la policía, Travis, que estaba desencajado, se aproximó al coche, abrió la puerta y atacó a uno de ellos.

«Muestra los dientes, hace un gruñido y veo sangre. Veo sus colmillos. Empiezo a disparar», recordó el oficial Frank Chiafari en conversación con el diario The New York Times. El hombre efectuó cuatro tiros con su arma: Travis, que fue impactado, corrió hasta el interior de su casa y cayó muerto allí.

Posibles causas del ataque
Los exámenes de toxicología del mamífero, realizados por Laboratorio de Diagnóstico Médico Veterinario de la Universidad de Connecticut, revelaron que tenía rastros de alprazolam en su cuerpo. Pero, según el fiscal Cohen, los especialistas no pudieron determinar si este medicamento había tenido algún efecto que provocara su frenesí.

En los medios locales se recordó que, ese día, Nash estaba con un peinado diferente: se había hecho un cambio de look. Esto tal vez confundió a Travis, quien podría haber sentido que la mujer era una intrusa desconocida. De todos modos, nunca se confirmó que eso haya desencadenado su furia.

Consecuencias del ataque
Al año siguiente del terrorífico episodio, Sandy murió como consecuencia de un aneurisma: tenía 72 años. Por su parte, Nash afrontó una compleja operación de siete horas, con pocas chances de supervivencia. Aún así, lo logró.

Le hicieron un trasplante de cara y manos. Pero las extremidades no duraron mucho tiempo: debieron removérselas porque desarrolló infecciones. La mujer demandó a Sandy y recibió US$ 4 millones de la herencia de los Herold.

En una de sus últimas entrevistas, Nash contó que se encontraba viviendo en un centro especializado donde la cuidaban. «Perdí mucha independencia. Podía cambiar la rueda de mi camión y ahora no puedo ni alimentarme. Es muy difícil vivir. Ni siquiera vivir, medio vivir. A veces quieres llorar, quieres salir, quieres algún tipo de hogar. No sé cuál es mi futuro, eso es lo que da miedo», comentó al periódico Boston Herald en 2014.

En 2016, la internaron de urgencia luego de que los médicos descubrieran que su cuerpo estaba rechazando la cara que le habían trasplantado. No obstante, superó el duro momento. Nash, aseguró al diario The Sun, aboga por leyes que prohíban la tenencia de primates como mascotas.

En la actualidad, la ley estatal de Connecticut no permite a los ciudadanos poseer primates que pesen más de 50 libras -22 kilogramos aprox.- como mascotas y requiere que los dueños de animales exóticos soliciten un permiso especial.

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