Internacional

Netanyahu, reprobado en las calles y enfangado en Gaza, busca una nueva guerra en Líbano


La disolución de su gabinete de guerra y la presión en las calles de Israel dejan a Netanyahu en manos del extremismo y al borde de una nueva guerra en el Líbano.

Genocidio contra la población palestina, crímenes de guerra, intento de someter al poder judicial y ahora una posible conspiración para no impedir el ataque terrorista de Hamás contra territorio israelí del 7 de octubre, que fue el detonante de la invasión de Gaza. Benjamín Netanyahu, el primer ministro de un país nominalmente democrático, se encuentra acorralado con acusaciones que pocos dictadores han afrontado en lo que va de siglo XXI.

Y la respuesta que prepara el líder israelí es la huida hacia delante, con una nueva guerra en ciernes en el sur del Líbano contra las milicias proiraníes de Hizbulá, un enemigo en condiciones, no como Hamás o la inerme población palestina, que le permita borrar algo del oprobio que ha acumulado y escalado con su ataque contra un territorio sin apenas capacidad para hacer frente al todopoderoso ejército israelí.

La guerra de Netanyahu en Gaza se ha saldado ya con el asesinato de casi 37.400 palestinos, la mayor parte mujeres y niños, cerca de 86.000 heridos y con 10.000 desaparecidos, cuyos cadáveres están cubiertos por los escombros de las ciudades derruidas por las bombas.

Este martes, el alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, exigió a Israel que detenga sus abusos en Gaza, que, según la ONU, pueden constituir crímenes de guerra. La propia agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) denunció el lunes que 193 de sus trabajadores han muerto en Gaza desde que comenzó la ofensiva israelí.

Esta es la cifra más alta de muertos de personal de la ONU en conflictos en toda la historia de la organización.

Netanyahu en manos extremistas

A la par que el ejército de Israel prosigue su ofensiva inmisericorde en toda Gaza, la presión interna que afronta Netanyahu se ha disparado. La dimisión del ministro moderado Benny Gantz, y su socio Gadi Eisenkot llevó al jefe de Gobierno a disolver el llamado Gabinete de Guerra, un ejecutivo dentro del ejecutivo que fue creado el 11 de octubre para llevar las riendas de la contienda.

Tras la salida de Gantz y Eisenkot del Gobierno, la permanencia de Netanyahu al frente del poder en Israel depende de sus aliados ultraderechistas y ultraortodoxos, es decir, aquellos que ven la solución al problema palestino en la aniquilación de los propios palestinos.

Los extremistas del Gobierno de Netanyahu también supeditan a la guerra la liberación de los rehenes retenidos por Hamás, al igual que Netanyahu. Las propuestas de una tregua para liberar a los cautivos mediadas por Estados Unidos, Catar y Egipto han sido boicoteadas una y otra vez por Netanyahu con su apuesta por una solución militar a la crisis.

La inteligencia israelí ha mostrado toda su ineptitud a la hora de liberar a los secuestrados. En la única tregua, de una semana, que se dio en noviembre pasado, se logró la libertad de un centenar de los rehenes. Ahora los métodos son otros. La semana pasada, el ejército liberó a cuatro de los cautivos en una operación en el campo de refugiados de Nuseirat en la que asesinó a 274 palestinos.

En la «exitosa» misión de rescate, como la calificó el mando militar, murieron también tres rehenes

¿Sabía Netanyahu que Hamás preparaba el ataque a Israel?

Ante esta sangrienta y maquiavélica voluntad de desarraigar a los palestinos de Gaza, al coste que sea y respaldada por los ministros más extremistas, ya no supone tanta sorpresa el informe de la inteligencia israelí difundido por la emisora Kan, una cadena pública de televisión judía, en la noche del lunes.

El informe se refiere al ataque terrorista llevado a cabo por unos 3.000 milicianos de Hamás el 7 de octubre, en territorio de Israel, en el que asesinaron a 1.200 personas y tomaron al menos 251 rehenes, sin que la seguridad israelí detectara el ataque y lo impidiera. Ese ataque desató la inmediata respuesta de Israel en Gaza.

El dossier indica que la inteligencia israelí conocía «con alto grado de precisión» y con antelación al 7 de octubre los planes de Hamás de atacar Israel y secuestrar a entre 200 y 250 personas, entre civiles y militares. Este informe fue conocido, se supone que por el Gobierno y el alto mando militar, tres semanas antes del ataque, a mediados de septiembre.

El documento incluye información sobre los preparativos y entrenamientos de las milicias de Hamás en Gaza para infiltrarse en bases israelíes.

Pero, como viene ocurriendo desde que se desencadenó esta crisis, y a pesar de las dimisiones que ya ha provocado el fallo de seguridad, la maquinaria del Estado ha procurado impedir que la investigación avance en la dirección que apunta este último informe.

Es decir, que el Estado israelí conocía la operación de Hamás con antelación y no la atajó por alguna espuria razón, por ejemplo, para descabezar de una vez por todas a este grupo islamista y, de paso, erradicar a la población palestina de Gaza y ocupar este territorio para su posterior recolonización israelí, como piden algunos de los socios de Netanyahu en el Gobierno.

El informe se conoció un día después de que el Tribunal Supremo israelí ordenara suspender temporalmente la investigación de los «errores» que permitieron la incursión de Hamás. Según ese órgano judicial, es contraproducente tal investigación en medio de la guerra, pues «perjudicará a los combates». Otra investigación en curso, la ordenada por el propio ejército israelí, ofrecerá sus conclusiones en julio.

Las dimisiones de momento solo han afectado a mandos intermedios y no han tocado ni al responsable de la Shin Bet, Ron Bar, que se limitó a pedir disculpas, y menos aún a Netanyahu.

Las protestas reclaman la salida de Netanyahu

Pero las sospechas están en las calles en Israel. Este domingo se redoblaron las protestas de decenas de miles de personas marchando en Tel Aviv a la par que demandaban la dimisión de Netanyahu y la convocatoria de elecciones.

En las protestas se reclama también el fin de la guerra, pero esta continúa, sin ningún indicio de que vayan a producirse los recesos prometidos por el ejército israelí por cuestiones humanitarias y para permitir el paso de alimentos y bienes de primera necesidad a los campos de refugiados de la Franja.

Y Netanyahu no está dispuesto a dar su brazo a torcer, pues sabe que cualquier muestra de debilidad será aprovechada por sus socios ultraconservadores y extremistas en el Gobierno, defensores de la estrategia de tierra quemada en Gaza y de la ocupación paulatina del otro territorio palestino, Cisjordania.

El relator de la ONU Türk recordó este martes en este sentido que la situación en Cisjordania es muy peligrosa. Desde que empezó la crisis de Gaza, en ese otro enclave palestino han muerto medio millar de personas, de ellas 133 niños, asesinadas por las fuerzas de seguridad y los colonos israelíes, a la par que se han incrementado los asentamientos ilegales judíos, que han diluido ya los límites de ese territorio con Israel.

Ahora la amenaza del Gobierno israelí es responder al reciente reconocimiento «unilateral» del Estado palestino por países europeos, como España, Irlanda, Eslovenia y Noruega, con el «reforzamiento» de tales asentamientos ilegales en Cisjordania.

Una guerra inevitable en el Líbano

Türk manifestó igualmente la preocupación de Naciones Unidas por la escalada de tensión en la frontera entre Israel y el Líbano. Desde que comenzó la guerra de Gaza han muerto más de 400 personas en territorio libanés y el riesgo de una guerra a gran escala es muy serio, según el alto funcionario.

Esta misma impresión manifestó el enviado de Estados Unidos a Israel, Amos Hochstein, para quien la situación es «grave» a lo largo de la frontera israelí con el Líbano. En esa región, la guerra de Gaza disparó los enfrentamientos entre el ejército israelí y las milicias de Hizbulá, el mayor movimiento paramilitar islamista de Oriente Medio, que cuenta con el respaldo directo de Irán.

Desde hace meses, Hochstein y su equipo intentan evitar una escalada bélica entre los israelíes y Hizbulá, que apoya totalmente a Hamás. Esta semana Hochstein indicó que, precisamente, un alto el fuego en Gaza «podría poner fin» a la crisis en la frontera sur del Líbano e impedir una «guerra mayor» y una nueva invasión de este país por el ejército israelí, como ya ocurrió en 1982 y 2006.

Pero las declaraciones del ministro israelí de Asuntos Exteriores, Israel Katz, dejaron claro este martes el rumbo irremediable de colisión en esta otra crisis. Katz amenazó a Hizbulá con destruirlo en una «guerra total» en la que el Líbano se vería «severamente golpeado», tras conocerse que el grupo proiraní había mostrado la debilidad de las defensas israelíes al fotografiar con drones el puerto de la ciudad de Haifa, en el norte de Israel.

Ese es el mayor temor en estos momentos de Estados Unidos, que Netanyahu cumpla sus amenazas de extender la guerra al Líbano. Y la movilización de nuevos reservistas israelíes apunta en esa dirección. Una guerra controlada contra Hizbulá en el país vecino podría servir para atraer a favor de Netanyahu buena parte de la opinión pública que ahora reclama su dimisión.

Según el sondeo trimestral del Instituto de Política del Pueblo Judío, un 36% de los israelíes apoyan un ataque inmediato contra Hizbulá en territorio libanés. Este porcentaje es el mayor que ha tenido esta consulta desde que comenzó la guerra en Gaza.

Si las sospechas sobre una connivencia de Netanyahu y sus halcones con los hechos del 7 de octubre fueran ciertas, debería haber pocas dudas sobre el extremo que el primer ministro israelí está dispuesto a alcanzar en esta crisis de Oriente Medio. En tales circunstancias, una nueva guerra en el Líbano parece el siguiente e inevitable paso.

FUENTE: PÚBLICO

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